Del plomo al bit

En 1592 la fundición de Christian Egenolff y Conrad Berner establecida en Frankfurt publicó un catálogo con los tipos  que disponían para su venta. Junto a los tipos aparece el nombre de su creador. Por este catálogo hemos podido adscribir de forma segura, algunos de los diseños tipográficos más famosos del Renacimiento francés a los abridores de punzones Robert GranjonClaude Garamont (si, Garamont, no es una equivocación, como demuestra el maestro James Mosley en este artículo).

Si nos fijamos un poco en algunos de los diseños mostrados en el catálogo, no puede dejar de sorprendernos la longitud de los trazos ascendentes y descendentes del diseño del tamaño Canon de Garamont (48 puntos Didot):

Históricamente conocemos que los abridores de punzones establecían un «escalado óptico» para los diferentes tamaños de los tipos. No era lo mismo un tipo de 10 puntos, destinado a cuerpo de texto, y que presentaba los remates más gruesos, contraformas internas más abiertas y un contraste menos de los trazos finos y gruesos, que un tipo para titulares en los que podían estilizar un poco más las características anteriores. El objetivo era evidente: facilitar en los tamaños menores su legibilidad y dotar de más gracia a los tamaños superiores. Un refinamiento de la época del plomo que, por cierto, se vuelve a ver en las fuentes Opentype.

Y es aquí donde quiero llegar… posiblemente si estamos pensando en digitalizar una tipografía clasica, los modelos con tamaños generosos nos sean de mayor utilizad para extraer unas formas comunes pero, no cabe duda, de que tendremos que llegar a un compromiso entre la fidelidad al modelo y la utilidad de nuestra fuente.

Pienso que estamos de acuerdo en que «reencarnar» en formato digital una tipografía clásica tiene más que ver con interpretar un contexto que con rendir una completa pleitesía a unas formas. Las tipografías son «hijas de su época»; aparecen en una época determinada y tanto los aspectos sociales como los históricos y tecnológicos van a conformar su dibujo. El diseñador alemán Peter Behrens comentaba al respecto que la tipografía «… es una de las formas de expresión más elocuentes de cualquier época. Luego de la arquitectura, genera la idea más característica de un período y el más severo testimonio del estatus intelectual de una nación.”

Otra aspiración que tenemos que tener presente es facultar a nuestro diseño tipográfico para poder realizar sus funciones en el siglo XXI. Esto es, añadir glifos no existentes en la época de la aparición del modelo y optimizar sus formas para adecuarla a los formatos y requerimientos actuales. Vistas así las cosas y si entre nuestros proyectos está digitalizar el Canon de Garamont, algo no muy original ya que existen varias versiones digitales basados en los tipos del famos catálogo,  lo más probable es que tengamos que, entre otras cosas, recortar esos trazos ascendentes y descendentes y abrir la contraforma de la «e» para asi hacer que nuestra recreación sea útil para trabajar en cualquier condición (texto, titulares, etc)… algo que han hecho los creadores de algunas de las versiones más famosas:

Ya, pero… ¿seguiria siendo una Garamont?

Me imagino que ya conoceis nuestra postura. Diseñar tipos clásicos tiene más que ver con «capturar el aróma de la época»: saber que se leía, que música se escuchaba,  que pinturas eran admiradas, que máquinas se utilizaban, que se solía comer, a que temían sus contemporáneos, que con digitalizar mecánicamente unas formas, y una vez que comprendamos esto, tener muy en cuenta que la tipografía la vamos a utilizar… en nuestra época.