El muchachito que dibujaba letras…

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Durante el IV Congreso de Tipografía celebrado en Valencia el pasado mes de junio, tuvimos la oportunidad de brindar un merecido homenaje a Ricardo Rousselot.Tipógrafo, diseñador y sobre todo calígrafo ha desarrollado su labor en España desde 1975 a donde llegó desde su país natal Argentina tras haber trabajado con los grandes maestros americanos de los años 60.Creador de marcas emblemáticas que forman parte por derecho propio de la historia de la gráfica en España, en la actualidad continua ofreciéndonos su talento a través de los trabajos nacidos en su empresa Grupo Erre. En este entrañable artículo nos acerca una pequeña biografía que comienza con la historia de un muchacho atraído por unos enigmáticos signos negros dibujados sobre un papel y finaliza con una declaración de amor profunda y sentida. Además inauguramos con este hermoso retazo de vida la colaboración que Ricardo va a mantener con unostiposduros.com en forma de artículos que esperamos encontréis prácticos e inspiradores.

Recuerdos de muy atrás… desde el instante en que se puede decir que la memoria me empezó a funcionar, años 40… nuestra familia era “Forestalera”, todos trabajaban en La Forestal Argentina. (The Forestal Land, Timber & Railways Company Limited) en la explotación del quebracho árbol originario del norte Argentino al que se le extrae el tanino que sirve para curtir cueros.Se sobreentiende que habitábamos la selva Chaqueña, nuestra casa era la punta de un imaginario tren que se internaba en la espesura… (también estaba el tren de verdad, del cual ya hablaré más adelante). A medida que íbamos avanzando, nuestras casas viajaban con nosotros, toda la familia se movilizaba, animales, útiles, enseres, muebles, en fin, ¡todo!, parecíamos uno de esos circos americanos tan famosos.Cuando llegamos al km. 41, último lugar en el que residí de niño, tendría yo más o menos 3 años, el segundo de cinco hermanos por el momento, después nacería nuestra hermana pequeña LILA, ya en la ciudad, (solíamos decir que era la única que nació en cautiverio)… Cada uno de nosotros tenía su particularidad moldeada por el entorno y los genes, que no hace falta que aclare que provenían de lejanos países.Mi particularidad o chifladura era que a mi me gustaban las letras, (cosa rara), sentía fascinación por ellas, y sin saber leer ni escribir (todavía) yo me aventuraba a trazarlas en la tierra con un palo, para luego perseguir a todo ser viviente, (familiares, peones y hacheros), para que me leyeran lo que había escrito…
Ninguna letra se me resistía (o a mi me lo parecía) y las que más despertaban mi interés y debo decir que hasta hoy, eran las letras de bronce, enormes, bien lustradas, poderosas letras que daban nombre y numeraban a la locomotora del tren que tenía su punta de riel en nuestra casa… ¡yo con 4 ó 5 años intentando copiarlas!, imagínense que pensarían los maquinistas y el fogonero al verme dibujando en un papel de estraza, de esos de envolver que conseguía en la proveeduría que dirigía mi madre, Doña Clelia.
Y no era solo eso, en las casas habían multitud de aparatos, maquinas y objetos con marcas, letras sueltas que yo copiaba, una y otra vez… La máquina de hacer chorizos “Wanderer”, Roja y lustrosa, aparecía en los inviernos sobre la mesa de la galería, al cabo de unos días, desaparecía, (era muy peligrosa con tanto niño), la cocina económica de hierro “Istilart”, de 5 hornallas y gran horno, la radio “Prieto” que funcionaba con un acumulador, las hachas “Collins”, las sierras “Au Crocodile”, el frasco de Sabora, que me lo sabía de memoria, el calentador PRIMUS, que tenía alrededor grabadas unas letras curiosísismas, en todos los idiomas, incluido el árabe, que a mi me fascinaban… y luego estaba el almacén con cantidad de productos, muchos de ellos importados de Inglaterra, a los que yo trataba de copiar sus logotipos, sin tener ni idea de lo que significaban esos garabatos que me tenían tan preocupado.
Así pasé el tiempo, mi primera infancia, (debo decir que también hacía otras cosas) el día en el campo dura el doble… pero nunca abandonaba mi afición, que traía locos a mis mayores, que se preguntaban si eso era normal.
Mi padre estaba subscripto a LA NACIÓN, (siempre atrasada) para mi eran mis referentes, los exprimía, hasta que mi madre me sacaba de mis ensoñaciones porque necesitaba el papel para algo más mundano…

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Y llegó el tiempo en que mi querido hermano Juan Carlos, el mayor, debía iniciar su curso escolar, ya había cumplido los 6 años, nuestros padres lo embarcaron para la ciudad de Resistencia a casa de nuestros abuelos paternos María Schmidt y Jacques Victor Gastón Julián Rousselot, como punta de lanza a algo que inevitablemente tenía que suceder…Se veía que ese era nuestro destino, ir a la ciudad a estudiar, (un hermano menos no importaba) había más… La plácida existencia seguía su lánguido curso, cada uno a lo suyo, yo, tratando de desentrañar el significado de los números gigantes de los almanaques, de esos de block (los había por todas partes), así hasta que mi hermano volvió de vacaciones dándose ínfulas… porque el ya sabía de que iba la cosa…! volvía un poco culturisado… Trajo una cartilla o lámina con varios abecedarios completos, casi un cartel, ¡y ahí si!, la respuesta a todas mis dudas, ¡la revelación! ¡eso era lo que yo buscaba!, aprendí en mi corta edad que era posible dibujar letras… que alguien las hacía…!
Allí empezó todo, con ese pedazo de papel, clavado en la galería de madera de algarrobo de nuestra casa tipo “memorias de Africa…” sólo me faltaba esperar un poco, que a mi también me tocaría cruzar la selva en el largo viaje en tren hacia la capital del chaco. Nunca me llamó la atención ninguna otra cosa, sabía con seguridad que ese era mi destino, solo tenía que aprender, desarrollar mi habilidad y templar el pulso que la memoria ya la tenía bien amueblada!

Y ¡al fin! ¡el gran día llegó!, el muchachito iniciaba su largo viaje en el Ferrocarril Santa Fé hacia la ciudad de Resistencia, provincia del Chaco.
Tendría yo 6 años, recién cumplidos, salimos muy temprano, debíamos tomar la “zorra” hasta el km 25 en donde esperaríamos el tren, (los trenes, o pasan de madrugada o muy tarde de noche). se ve que obedecen a una puesta en escena universal y anónima, porque en la oscuridad se ven más impresionantes!
Estas máquinas eran un verdadero espectáculo a los ojos de un niño, la gigantesca locomotora a contraluz avanzando entre resoplidos de vapor y los gritos de los peones y hacheros atronando la selva, (eran muy aficionados al “sapucay”), muy duchos en pegar alaridos, a veces hasta hacían concursos!, estos gritos eran infaltables cada vez que tiraban un quebracho al suelo, ¡una manera muy ZEN de quitarse el “stress” como se le llama ahora!

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Antes de desprenderme de mis recuerdos y partir para no volver, me di una vuelta por mi casa, lo miré todo con mucha atención, como si fuese la primera vez…
al algarrobo que nos sostuvo entre sus ramas tanto tiempo, al quebracho, al que le habían colgado un columpio (seguro que aún vive y lo debe extrañar), los corrales, los talleres de carpintería, la herrería, las caballerizas, la proveeduría, saludé como pude a toda la gente, mis amigos queridos, y también a los animales que convivían y poblaban nuestro obraje… ¡muchos perros!, (papá había coleccionado16, de todas las razas) perros trabajadores… (en el campo los perros trabajan) y los chiquitos que eran perro nomás. Gatos, los de las casas y los silvestres, caballos (estos, los privilegiados, cualquiera se metía con ellos, papá los tenía a 5 estrellas), vacas, chanchos, chivos, ovejas y que se yo que más, (la mayoría de estos bichos, se criaban sin ton ni son, a mi mamá le gustaba verlos crecer…). ¡Doña Clelia!, ¿me puedo llevar un chivo?… ¡lleve, lleve…! (esto quedó como una marca de mi madre, toda ella era una ONG!… en los amplios patios convivían también un ñandú y un coatí.
Pájaros, toda la creación en casa, mi casa toda era un patio de juegos…
Y la selva, nuestro querido monte, la contemplé con intensidad, quería que se me quedara bien grabada, fui muy feliz allí y ahora partía rumbo a un mundo extraño,y desconocido… a comenzar a desarrollar mi sueño. Y de vez en cuando, el chillido inconfundible de un carancho cruzaba la espesura, con su efecto “dopler” como el pito de los trenes, luego, el silencio!
Ya estaba yo en un tren, ¡por fin! ya era más grande, ya entendía más, podía mirar las letras a mi gusto, en cada parada (muy frecuentes) allí iba yo hasta la locomotora, (le llamábamos la máquina) y entre los silbidos y resoplidos de vapor a contemplar mis adoradas letras de bronce!


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A MODO DE CONTINUACIÓN
Desde el comienzo de los tiempos, la creación se preocupó de dejar las cosas bien diseñadas, no importaba si era una herramienta, cualquier objeto o una figura o dibujo.
Animales irracionales como el chimpancé (irracionales decimos nosotros, pero vaya Ud. a saber…) estos simpáticos bichos, después de quién sabe cuántos millones de intentos, llegaron a la conclusión de que si metían una ramita por el agujero de un termitero, las termitas cabreadas lo morderían y entonces el mico tiraría para afuera y… (una manera inteligente de conseguir comida)!
La lástima era que los pobres no tenían construido dentro de su sistema operativo el hecho de guardar ni almacenar nada, así que, cada vez, ¡a fabricar una nueva herramienta!… (a lo mejor, perfeccionada, quien sabe). También, otra vez el diseño hizo su aparición, cuando a otro mono (en la antigüedad de los monos) se le ocurrió que con una piedra del tamaño y el peso adecuado, podría romper la cáscara de una nuez, siempre que la apoyara en otra piedra que tuviese un hoyo para sostenerla…
Todo lo anterior no tiene tanta importancia comparado con el descubrimiento de la intensidad del golpe, con un golpe fuerte, la nuez quedaba hecha papilla, y con un golpe flojo, no se rompía… así que…

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El hombre tampoco le iba en zaga a los primates, habían muchas necesidades que cumplimentar, desde hacía tiempo buscaban la manera de inventar signos que sirvieran para identificar cosas, especialmente sus pocas propiedades… lo intentaron con unos pequeños cantos con marcas que depositaban en un cacharro de barro, a tantas piedritas, tantas ovejas o camellos… pero esto era obviamente muy poco práctico y sumamente frágil. Habían oído que los egipcios tenían otro sistema, pero Egipto estaba muy lejos, además en esos tiempos, no era aconsejable aparecer de repente en quién sabe qué lugar so pena de terminar bastante estropeado…
Sépase que en esas épocas había poca gente habitando las amplitudes arrugadas por las montañas. Pongamos por caso que si un hombre camina a poco más de 5 kms. por hora y si a caballo se puede recorrer 20 kms. por día (que eran las distancias que separaban a los pueblos) imagínense lo que costaría aprender o difundir los nuevos adelantos, ¡había que tener muchas ganas de viajar o de caminar!…
Los fenicios, que eran bastante avispados y comerciantes, se pusieron a la labor, y como viajaban mucho en barco, trajeron de aquí y de allá todo lo que encontraron sobre el tema, los que más colaboraron fueron los egipcios (y no por su gusto, obviamente), y también los hititas con su alfabeto cuneiforme, y muchos otros.
Bueno, decíamos que una mañana (es un decir) se pusieron a trabajar, una faena que si la vemos hoy, no era para tanto, solo se trataba de inventar 22 signos, que iban a terminar con multitud de otros intentos, el silábico, el rebus, el ideográfico, el jeroglífico, etc. etc. etc.
Me los imagino, una fría mañana (en el desierto hace un frío que pela), alrededor de un fuego, estaban los tipógrafos de la época… y fueron soltando ideas… ¡ché…tengo una idea para la primera letra, si miras el buey y lo das vuelta, ¿no se parece a una A?… además, como se llama Aleph… otro salió con: ¡mira, la B la haremos con la silueta de nuestras jaimas, que bien claro se ve que es una B, y como se llaman Beth, pues problema resuelto. La cosa se iba poniendo bastante animada, cada uno quería aportar algo. ¿No creen que a la D la podemos llamar Delta, como nuestro delta y además se le parece?, ¿y la C? ¿alguna idea?, si… dijo uno, Gimmel, como mi camello!… ¡eso no cuadra! ¡vos no tenés camello!… si, que tengo y además todavía falta mucho para que el sonido C sea inventado… la letra C parece como la joroba de un camello… ¡Está bien!, ¡vale la C como joroba!… pero a ver si somos un poco más serios, que esto tendrá que durar… ¡la M!, ¡se me acaba de ocurrir la M!, como somos gente de mar ¿por qué no dibujamos su superficie en chiquito, Mum, (agua), otro se picó y dijo… ¡Nu!, una culebra, ¡ahí si!, le saltaron todos, ¡esa letra es egipcia! ¡no queremos líos con esa gente!, pero al final triunfó la N… y la letra de mi nombre, la R, Ro, que representa una cabeza humana, que antes miraba para un lado y luego los romanos le dijeron, ¡Che, mira para allá!

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Este pueblo tan poderoso fue el que terminó con el arcaico sistema de escribir de derecha a izquierda, los alfabetos protegidos por Dioses o religiones continuaron con este anacronismo, (el buey que empuja el carro en vez de tirar de el)… Seguro que alguien, aburrido, en una siesta, observando un perro rascarse tuvo la genial idea… el perro es el único animal que se rasca para afuera…
Así, nuestros amigos, fueron creando cada uno alguna letra y algunos hasta dos… lo que no se sabe es porqué las pusieron en ese orden… ni se sabrá… ahora solo quedaba difundirlas… al fondo saltó uno: ¡lástima que no haya Internet!
Estos rústicos signos, creados por gente sencilla, tomando como ejemplo todo lo poco y pobre que tenían alrededor, se hicieron universales, todo el mundo bebió de sus fuentes, las modificaron, las mejoraron y les pusieron sonidos agregados, pero siempre cuidando de que su iconicidad no variara, que siempre permanecieran fieles a su “ductus” original, que en ello se basa su supervivencia después de tantos siglos… (costó, pero lo hemos conseguido).
Una letra se creaba y luego los que la iban a usar la tenían que aprender, y hacerla aprender por los que recibían sus mensajes o escritos y esto, llevaba siglos… Hoy, a veces, uno ve que cualquiera echa mano de una marca establecida y la cambia arbitrariamente, sin más ¡todo lo conseguido vuela por los aires!, imagínense si a alguien se le ocurriera cambiar las formas de nuestras queridas letras totalmente… ¿no, que no?
Los romanos, después de los griegos, fueron los beneficiarios de tanta riqueza, en nuestros días nos sorprendemos por la perfección de su obra, estas letras en las cuales se pueden ver trazas de los arcaicos glifos fenicios, no han sido ni pueden ser mejoradas, no difieren ni un ápice de las originales!. ¡Si que difieren!, dijo alguien… la R, es la única letra del alfabeto del siglo I que sufrió una amputación para bien, se hacía en 5 trazos y quedó en 4, que de eso se trataba, desapareció la barra horizontal media que unía el asta de la letra con la voluta superior y de la cual salía la “pata” en diagonal…
La placa de la base de la Columna Trajana del Foro Romano es un modelo a seguir, Carol Twombly, diseñadora de tipos la digitalizó, su Trajana es una de las letras más usadas, lástima que a veces en temas muy pueriles que van en contraposición con el motivo de su creación, que era la de difundir la majestad
y grandeza del Imperio Romano. Aún mantienen toda la frescura y la legibilidad de las trazadas en marmol en el siglo I después de Cristo.

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Y ahora haremos un salto de varios siglos, obviando todo el paciente trabajo realizado por los calígrafos de la antigüedad… nos situamos en el siglo XVI… cuando existían en las cancillerías vaticanas calígrafos de la talla de Palatino, Degli Arrighi, Cresci, Tagliente y muchos más, que se vieron en la necesidad de difundir sus obras. Ya existía la imprenta de tipos móviles, pero si querías imprimir tus letras tenías que vaciarlas en madera, en un solo bloque. Podemos admirarlas hoy, pero… no le hacen justicia!, los grabadores no eran calígrafos… Aún así, entre otros, hubo varios en España, Ignacio Pérez, en el siglo XVI, aprendió a vaciar la madera y José de Casanova, en el siglo XVII, aprendió a grabar a buril sobre plancha de cobre para dibujar y tallar sus alfabetos… Esto me recuerda que hoy, en la era digital, si queremos que nuestras letras queden fieles a lo que habíamos pensado, tenemos que aprender a usar el Font Lab, pariente lejano del buril y de los punzones… “¡hecha la ley, hecha la trampa!”
En la actualidad, seguimos bregando con los mismos signos, los dibujamos, los manipulamos, los reproducimos… nos transformamos en expertos en la materia, nos hacemos con todos los libros que podemos que hablen de nuestro tema preferido… Letristas, rotulistas, como nos llamábamos antes, Lettering man como les decían y me decían los americanos, Build-Up Lettering, (letra construida) su definición…Mucho pincel, mucha pluma y mucho “gouache” blanco, y horas, muchas horas!
Yo aprendí en mi época, que a las letras había que dibujarlas grandes, y pulirlas a la perfección… mucho trabajo manual y de vista… algunas iban a parar a los famosos Bill-Boards, se transformaban en gigantes, y allí sí que se veía si la habías limpiado lo suficiente… Hoy, sirve con solo un buen trazado, luego el Font Lab hace el resto (no sin mucho trabajo, que de eso no nos libramos)…
Las letras display, las de libros, las cursivas, scripts, todas necesitan un tratamiento diferente. Las display, creadas para lucir en cuerpos grandes de las cuales se suele hacer solo un ojo, y a lo mejor una itálica… La de libros, creadas para la edición (donde el tamaño si importa), diseñadas para ocupar el menor espacio posible en una página y así ahorrar en la puesta en máquina de un libro… éstas si requieren multitud de variantes… Las scripts se pueden hacer de dos maneras, muy pulidas y hechas con nodos, o las hechas en tiffs a las cuales solo se le han de quitar la mayor cantidad de puntos posibles… Me recuerdan los castillos de cartas, quitar naipes con mucho cuidadito, hasta que se te desmorona todo! (suerte que hay comando Z). Mi opinión particular es que a éstas no se las debe someter al Photo-Shop como a las artistas de las revistas del corazón, les va muy bien que se vea que las ha hecho el hombre, o la mujer… un poco de desaliño les va de rechupete…
Otra cosa: Las herramientas… actualmente se obvia el aprendizaje de la escritura manual, como algo tedioso y fuera de lugar, como que no es moderno… ¡y así salen las letras!, un poco de caligrafía no viene mal a nadie, no digo transformarse en calígrafos, que eso lleva años, pero si manejar las mismas herramientas que usaron los antiguos cuando trazaron los rudimentos de estos mismos caracteres… No se puede trazar una romana imperial sin un pincel plano, ni una cancilleresca sin una pluma chata, Brause, Mitchell o Speed Ball, ni una copperplate sin una Guillot 303…
La belleza es otro concepto discutido, una letra seguro que tiene que ser funcional (no vamos a discutir eso en este foro), solo que a veces conviene agregar algún adorno, y no hay que sentirse mal por ello, al adorno, los griegos lo agregaban al final, cuando la función estaba conseguida, una crátera griega es súper hermosa aún sin sus pinturas que la decoran…
Haciendo como un poco de relajación, quiero traer al debate algo que repetidamente me preguntan: ¿para qué tantas letras? ¿se necesitan tantas? Yo me quedo con la boca abierta, sorprendido, siempre que me preguntan tamaña estupidez!…Y contesto: ¿tiene que existir Zara? ¿hacen falta tantos modelos diferentes de blusas o de lo que sea? ¿y el bulli, tiene que existir si ya tenemos el bife con papas fritas a caballo y morrones?… ¿le vamos a poner puertas al campo otra vez? ¿vamos a tapiar el cerebro?… ¿cuántos periódicos hay? ¿y coches? ¡y no hablemos de los libros!… ¡ustedes mismos!

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Ya veo casi como que me estoy pasando de la raya… bueno, un poco de paciencia…
Yo he sobrevivido a muchos estilos, en cada época el suyo… y los que vendrán… desde los años 50 los he practicado todos, se me daba muy bien el pincel, y la american script me salía bordada… tuve buenos maestros de copperplate y cancilleresca, Carl Corley y Bill Ficho, Carl Corley, discípulo en su juventud de Frederic Goudy y Oswald Cooper, fue muy paciente conmigo…
También fue mi maestro el inolvidable Ferrell Daniels y sus ilustradas clases de cancilleresca… (siempre decía que si me veía usar compases o pistoletes me rompería los dedos…) también el psicodélico fue muy importante para mi, trabajando para la revista Playboy, en Chicago, tuve ocasión de practicar esta modalidad con éxito (como anécdota: tuve la llave del club Playboy de Hugh Heffner), y el art nouveau el art decó, y hand painted signs con mi maestro: Atkinsons, maestro de todos los pintores ambulantes de carteles, como el genial Woody Guthrie, que por supuesto también tocaba la guitarra y cantaba al pueblo llano…
¡Muchos maestros! ¡no quiero olvidarme de ninguno…!
Enrique Petersen Andrés Salvarezza, Michael Doret, Gerard Huerta, Colin Brignall, Tony di Spigna, Ed Benguiat, Hermann Zapf, Claude Mediavilla, Jean Larcher. Tony Forster, Saul Bass, Jacobo Hermelín y todos los que no recuerdo en este momento, que dejaron en mi su amor por las letras…Todos los maestros del filete porteño de la ciudad de Buenos Aires, entre ellos Jorge Muscia y Sergio
Menasché, sin olvidar a Leon Untroib y mi preferido: Carlos Carboni, por suerte este estilo está en franco renacimiento!
Esta época de homenajes me encuentra carteándome con todos ellos, viéndonos de vez en cuando, un recuerdo a Herb Lubalin, que ya nos ha dejado (en un día lindo si miran las nubes, es como si el las estuviera dibujando), mis admirados Seymour Chwast (Pushpin), Paula Scher, (Pentagram) Milton Glaser, Tom Carnasse, Aaron Burns y una larga lista de calígrafos y tipógrafos de todo el mundo de los cuales me precio de ser amigo…
Aquí, en un lugar especial, quiero que recuerden a mi primer maestro de caligrafía, el Padre Fanzolatto del Colegio Don Bosco, e Hildo Motter de la Escuela Nacional de Comercio, las dos de Resistencia, Chaco, ojalá les hubiera hechos más caso! pero, claro, el Rock & Roll y Elvis habían hecho su aparición y pudieron más que todas las unciales y las cancillerescas juntas! (una rebeldía muy necesaria).
Mi madre también fue mi maestra, quiso el destino que mi padre se hiciera cargo de una industria, la de la Yerba Mate, esta era envasada en paquetes de papel y en sacos de lienzo, los cuales eran pintados en sistema Stencil, mi madre diseñaba y cortaba las planchas, esta hermosa señora era dueña de una digitalidad admirable, que ha heredado mi hija Cynthia, que hoy sigue sus pasos, y allí, a su lado, estaba yo, con mis narices en medio, sin perderme detalle… las letras me volvían loco…
En el Master de Tipografía de la Universidad de Barcelona en el cual yo impartí el “Practicum” de digitalización de tipos, una de las 5 tipografías que produjimos en Open Type, se llama Clelia en honor a ella, un pequeño homenaje a quien sin saberlo me contagió su habilidad para hacer letras, semilla del Diseño Gráfico!
Quiero decir, para terminar y dejar claro que mi vida ha sido un cúmulo de trabajo, en varios continentes,
he sido inmigrante en 3 oportunidades, he estado en muchos sitios, en todos dejé amigos, a nadie fallé, he ayudado en lo que pude a quienes se acercaron a mi, nunca he odiado a nadie ni a nada, estoy plenamente convencido que hemos venido a la nave tierra para dejarla mejor a nuestra partida, dentro de nuestras humildes posibilidades. Me suelen preguntar que cómo hago con trabajos tan complicados para cumplir con los tiempos, contesto: que para eso están las noches, a mi, a veces, me parece que he trabajado más noches que días, y no me quejo, no sabría ni querría hacer otra cosa, mucha gente me ayudó incondicionalmente.

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No puedo terminar sin mi gratitud a mi estudio, ¡a mis estudios!, he dirigido bastantes, la gente que los conformaban eran especiales, y los siguen siendo, parece que enseguida se contagian del entusiasmo reinante, aman la gráfica, y no importa en que país ni cuantos años hayan pasado, siguen siendo como decían los viejos peones refiriéndose a mi padre, y con mucho orgullo: ¡Yo soy gente Rousselot!
Y pongo en un lugar especial de mi gratitud a mi querida esposa Edy, con la cual prontito cumpliremos 50 años de matrimonio y de trabajo, porque ella luchó a la par mía en todas mis aventuras… y también quiero dejar constancia que mis hijos siempre han trabajado conmigo, como una troupe de circo, mis 5 nietos todavía no lo tienen claro, pero seguro que alguno se animará a seguir…
Una vez preguntaron a un famoso personaje del espectáculo que quién era a su juicio el ser que mejor había bailado en la historia, y el contestó: Ginger Rogers, ¿Ginger Rogers?, ¿no querrá Ud. decir Fred Astaire?… ¡No! ¡Ginger Rogers bailó lo mismo que Fred Astaire, pero yendo para atrás y con tacones…! eso se aplica a Edy, mi compañera…
El alfabeto fue lo que elegí, he luchado por él, y después de 57 años de trabajo me ilusiona agarrar un papel y cualquier cosa que deje trazo y dibujar por ejemplo una voluptuosa y grácil “E”, y regalársela a Edy!… ¡como el primer día!
Y cuando con un pincel chato me pongo a pintar Romanas Imperiales, a cada trazo soy consciente que estoy repitiendo un acto trascendental, es cada pequeño gesto, repetido e idéntico del que hizo algún ignoto pintor de hace más de 20 siglos… y eso te pone la piel de gallina!

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Quiero recordar también a mis amigos de la Escuela Muuu, escuela a mi parecer tipo Platónica (por Platón) en las que he hecho tantos amigos, y de las noches que pasé en blanco, sin dormir, porque en la litera de al lado estaba el Gran Paco Bascuñán y sus ronquidos, todo el era un lujo, solo estando a su lado, ya aprendías…Y que decir de Complot, Tenemos un Plan, otra escuela diferente que siempre me ha recibido con cariño.
La Escuela Bau, siempre organizando algo, a destacar los muchachos de Senza Sang, a los cuales doné más de 200 originales míos, para ser subastados y ayudar a los niños de HAITI, ojalá hubiese tenido más…Mi gratitud al Colegio de Diseñadores Gráficos de Cataluña, que siempre están ahí para ayudar…En fin, a tantos…!
Agrego esta coletilla, ahora ya en mi estudio, de vuelta de la vorágine, que eso es lo que fue el Cuarto Congreso, estoy como si me hubiesen apaleado, me duele todo, no hubo un instante de relax, tanta gente que ver y con la que charlar, tantas sonrisas, tantos abrazos… por momentos como esos ya te compensa ser diseñador o tipógrafo, o calígrafo, o lo que sea dentro de este mundo nuestro.
Ah! si el gran público nos conociera como nos conocemos entre colegas, aún seguimos siendo los grandes desconocidos, de vez en cuando salta uno y es aceptado y bienvenido por el respetable, y se transforma en propiedad de todos, en una especie de bien común… ¡Gracias Mariscal por ponernos en el mapa!
GRACIAS, con mayúscula y en cuerpo Catástrofe, que así se llamaban en los diarios las tipografías usadas en la 1ª para anunciar grandes acontecimientos!

Hasta aquí.
Ricardo Rousselot
Barcelona, 2010.